Mi parto (primera parte)

El parto fue mío… esta vez no me lo robaron

¡Hola! Qué emoción escribir estas líneas y recordar el día del parto de mi segunda hija, que decidió nacer 21 días antes de su fecha. Seguramente tendré que dividir la entrada en varias partes porque quiero relatar la maravillosa experiencia de este parto, la estancia en el hospital y el inicio de la lactancia materna.

Mi barriga semana 35
(c) En la casa de la playa

Hace 11 años tuve a mi hija mayor en el mismo hospital y la experiencia no fue tan buena. Todavía existía demasiada medicalización e instrumentación en los partos, y esto, unido a mi inexperiencia y temores, desembocaron en que siempre he tenido la sensación de que no había participado activamente en mi parto: oxitocina, epidural, más oxitocina, episiotomía, fórceps… Una vez en mi casa empecé a leer a colectivos que reivindicaban una humanización en las salas de parto como “El parto es nuestro” y sentí una profunda pena y decepción. Pero también me ayudó a saber qué otra experiencia era posible y que si algún día recibía el regalo de volver a ser madre, sabía exactamente cómo quería que transcurriera mi parto y así lo exigiría.

Hoy, 11 años después, las cosas han cambiando tanto que no sólo se cumplió mi deseo, sino que, en satisfacción y plenitud como madre, fue superado con creces. Llevaba redactado de casa el “Plan de Parto” donde insistía una y otra vez en que no deseaba analgesia, ni episiotomía, ni separarme del bebé en ningún momento, entre otras preferencias. El “Plan de Parto” está disponible en la página web del Ministerio de Sanidad. No tuve que sacarlo, desde que llegué se me facilitó un parto natural, sin prisas y sin agobios.

El lunes 27 de febrero fue un día normal: salí a pasear por el casco histórico con mi hija que no tenía colegio por Carnaval. Fuimos al mercado y compramos cositas como canela de Ceylán que no encontramos en otros sitios sino ahí. Desayunamos con un amigo y ella tomaba fotos para un juego de fotografía que está haciendo. Por la tarde salimos a pasear de nuevo y a comer un helado por la avenida marítima de otro pueblo cercano. Al llegar a casa paseamos por el barrio con el perro. Cené un yogur con macedonia de fruta y müesli. Nos pusimos a ver la película “Diamante de sangre” y cuando me fui a acostar sobre las 12 me vi la cara rara, muy hinchada. Se lo dije a mi marido y encogido de hombros me dijo que hacía rato que me lo venía observando… Pensé que el parto estaría cerca, pero no imaginaba que a tan pocas horas.

A las 2.10 de la madrugada me desperté al notar un líquido caliente que se me escapaba. Llegué al baño de un brinco y por el olor, color transparente y la textura (algo viscoso) vi que era líquido amniótico. Hice lo recomendable en esos casos, darme una ducha, ponerme una compresa y observarme si iba a más antes de llamar al médico o acudir a urgencias. Repetí la operación 3 veces porque a poco que me movía, salía más y más líquido. Cogí una manta, me vestí como pude y le dije a mi marido “nos vamos a urgencias”. En cuestión de media hora teníamos a mi hija vestida, los bolsos en el coche y nos dirigimos a casa de mis padres para dejar allí a mi hija. En el coche envuelta en la manta el líquido seguía saliendo. Llegamos a urgencias, aparcamos casi en la puerta y mientras caminaba el líquido seguía saliendo. Yo estaba serena y tranquila, únicamente me preocupaba el estado de mi bebé.

Mientras mi marido enseñaba mi DNI y mi tarjeta sanitaria para el ingreso, un celador me acompañaba hasta el área de maternidad. Me tranquilizó con unas palabras como “su marido viene enseguida, no se preocupe”. Una vez en el área de maternidad, un enfermero me dio un camisón, una bata y una bolsa para poner mi ropa. Me tomó la temperatura y me preguntó de cuántas semanas estaba. Me acompañó a la camilla y vino una matrona que lo primero que hizo para tranquilizarme fue ponerme el latido del bebé y explicarme que la rotura previa de membranas y pérdida de líquido no perjudicaba en absoluto al bebé y que por el momento no había ni rastro de sufrimiento fetal. Tomó todos los datos necesarios sobre mí, alergias, datos de la gestación, se quedó con los últimos análisis, revisó la ecografía selectiva… A continuación hizo el primer tacto, no tenía contracciones (al menos no las notaba) y estaba de 2 cm y el cuello blando pero no borrado todavía.

Son las 3.45 am. Ya estoy en el paritorio número 2. Es una habitación individual con cuarto de baño donde hay una ducha y una pelota de Pilates. En la habitación está todo el equipamiento necesario para dar a luz y revisar al bebé en sus primeras horas de vida. Llega mi marido y la matrona me conecta a monitores. Dice que tengo contracciones aunque no las note y que el bebé las lleva muy bien. Me dejan conectada a monitores unos 20 minutos. Luego me los quita y me dan libertad para moverme, así que prefiero estar de pie. Las contracciones empiezan a hacerse notar, como dolores fuertes de regla, pero distanciadas entre sí unos 3 minutos y bastante breves. La matrona viene para invitarme a que me dé una ducha calentita, y eso hago. Cuando he terminado vuelve a conectarme a monitores, las contracciones son más fuertes y más seguidas, mi marido cuenta el tiempo entre una y otra: un minuto y medio. Estoy conectada a monitores otros 20 minutos y me hacen un segundo y último tacto: estoy de 4 cm y con el cuello totalmente borrado. Me pregunta si deseo la epidural y les digo que no. No insiste.

La matrona me confirma que estoy de parto y que me quedo ahí, nada de ir a planta. Deja la habitación en penumbra tapando con una sábana verde la lámpara de encima de la cama. En este momento me alegro muchísimo, me siento pletórica y feliz. Me quitan los monitores y prefiero estar de pie y paseando por la habitación. Mi marido ve cómo sube la onda de las contracciones y cuando me quejo de que me duele me dice que no hable y que me acuerde de respirar y me engaña diciéndome que la contracción ya se fue antes de que se haya ido realmente, y esto me ayuda mucho. Me dan ganas de hacer caca, voy al baño y luego me doy otra ducha con agua calentita. Viene la matrona para explicarme cómo debo usar la pelota de Pilates y me explica que a veces de pie las contracciones duelen más. Llega un momento en que tengo que volver a la cama porque al final de cada contracción noto mucho calor, mucha sed, un ligero mareo y las primeras ganas de empujar. Le digo a mi marido que “cuando se me pase esta contracción llama para que miren de cuánto estoy y que me traigan agua que me noto rara”. Una auxiliar viene con el agua y me advierte de que me la beba a sorbitos. Yo sigo quejándome de ganas de empujar, y cada vez más fuerte, una sensación involuntaria y brutal que venía de la parte baja de la espalda. De repente la habitación está llena de mujeres: la ginecóloga, dos matronas, una enfermera y la pediatra. Una matrona me hace el tacto y la oigo decir “está completa”. He dilatado hasta los 10 cm conversando con mi marido, paseando por la habitación y dándome duchas, no me lo puedo creer, pienso.

Me explica la matrona cómo debo hacer los pujos, pues los hago muy mal, expulsando el aire y quedándome sin fuerzas. Me recuerda que debo incorporarme algo, llevar la barbilla al pecho, agarrarme de los muslos e intentar tirar de ellos hacia mí y hacia los lados en un intento de abrir más la zona genital y todo ello reteniendo el aire. Las contracciones y las ganas de empujar son cada 30 segundos con lo que me da tiempo de prepararme, coger aire y sin soltarlo, empujar. La ginecóloga ayuda con sus manos a abrir un poco el canal del parto y no sé qué me duele más, si el pujo o quedarme a medias entre contracción y contracción. Les digo que estoy cansada. Me cogen la mano y me dicen “toca la cabeza de tu bebé» y noto su pelito y la fontanela. Me lleno de energía y con la ayuda y el ánimo de las matronas y la ginecóloga, nace mi hija después de 5 ó 6 pujos. Son las 6.50 am. Pesó 2,490 kg y midió 46 cm.

los pies de mi bebé

El papel activo de mi marido consiste en abanicarme la cara y mantenerse en silencio mientras hago el trabajo de parto con aquel equipo de personas tan maravillosas que me asisten. Me invade una sensación de paz y tranquilidad, a pesar de que el contacto piel con piel con ella debe esperar unos minutos. Nace con vuelta prieta de cordón al cuello y el protocolo manda llevar a la mesa de calor para comprobar si hace falta reanimación. Todo sucede a mi lado, así que no la pierdo de vista en ningún momento. Veo que le dan un masaje en el tórax, ella hace un ruidito como de llorar y me la ponen al pecho tapada con dos mantas calentitas.

Lo primero que siento es su piel calentita y su olor como a suero lácteo, es un olor fuerte pero muy agradable. Está toda cubierta de vérnix caseosa pero su piel es suave igualmente. La pediatra me dice que debido a la vuelta de cordón es posible que tenga alguna dificultad para respirar por sí misma extra útero y que si es así debe pasar un par de horas en la cama térmica, pero el contacto piel con piel conmigo y que pudo mamar de ambos pechos durante unos minutos fue suficiente para que no hiciera falta ir a la cama térmica sino que terminó de recuperarse allí mismo conmigo.

Tengo tres anécdotas: la primera es que me hice caca en los pujos y no hacía más que disculparme, pero me regañaron por hacerlo. Por lo visto, es lo más normal del mundo. La segunda anécdota fue que no perdía detalle de las conversaciones entre la ginecóloga y la matrona a pesar de estar con los pujos y oigo algo como segundo escalón y pregunté que qué era eso y me dicen que es la distancia del canal del parto, lo que tiene que descender la cabeza del bebé, son cuatro escalones y me quedaban dos, o sea que era cuestión de minutos… Y así fue. Y la tercera fue que en el último pujo me salió del alma gritar que tenía miedo y la ginecóloga me dijo tú a lo que tienes miedo es a lo poco que vas a dormir los próximos días, que ya está todo hecho. Nos reímos todos.

En próximas entradas contaré cómo fue el alumbramiento de la placenta, el post parto inmediato, el puerperio, nuestra estancia en el hospital y el inicio de la lactancia.

Muchas gracias por leer hasta aquí, espero que te hayas emocionado tanto como yo y si te queda poco para dar a luz, te animo a confiar en tus posibilidades de tener un parto natural, es lo más maravilloso que se puede experimentar.

4 comentarios sobre “Mi parto (primera parte)

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