El trabajo de la maternidad (y el estrés)

¡Hola! Hoy me toca hablar del estrés, de la maternidad, de trabajar… No soy muy dada a quejarme. Pero reconociéndome como ser humano, imperfecto y débil, no una máquina, creo firmemente en el derecho a pataleta 😉

El otro día alguien, no sé si con buena o mala intención y lo cierto es que me da igual, me insinuó que por haber dejado mi trabajo se me había acabado el estrés y que envidiaba mi buena vida… Bien, no era el momento de rebatir tamaña memez, con la pequeña en brazos y la mayor a punto de salir del cole, pero me dio pie para escribir y visibilizar el estrés invisible (y a veces ocultado) de las madres, de todas, pero especialmente de aquellas que hacen un parón en su actividad profesional para dedicarse en cuerpo y alma a sus bebés y sus familias.

paz

La cabecera de este sitio dice «la osadía de ser madre trabajadora»…, pero ¿qué es ser madre trabajadora? En la calle, en casa o en la calle y en casa, todas las madres son trabajadoras por definición: no hay trabajo más exigente que la maternidad y encima sin remuneración; a veces incluso, sin reconocimiento. Y para mí es el trabajo más importante del mundo, los niños de hoy estarán al mando en este mundo mañana.

la profesión

Estoy segura de que a nadie se le ocurre insinuarle a un médico, ingeniero o investigador (por decir algo) que si se rompe una pierna que le obliga a estar muchos meses de baja, va a perder facultades, o peor aún, va a dejar de ser médico, ingeniero o investigador (sea hombre o mujer). Tampoco le insinuarán que estar convaleciente en casa es como estar con un extraño virus que te come las neuronas o te embrutece al tiempo que te lleva a la irremediable amnesia. Sin embargo, a las que trabajamos en oficinas (ya sea en puestos administrativos, como mandos intermedios o en áreas directivas), cuando nos apartamos temporalmente de nuestras profesiones por causas familiares, a veces se entiende que nos vamos a olvidar hasta de encender el ordenador. Estos prejuicios me desesperan…

Yo tuve que dejar mi trabajo por razones externas a mí. Forzaron a la jubilación a la persona que me había contratado (un jefe como pocos hay, de mentalidad social y desvelado siempre por sus empleados) y no me sentía cómoda con la nueva dirección ni con el nuevo rumbo de la empresa, así que por lealtad, me fui. El tema es mucho más complejo y destructivo, la situación duró mucho más tiempo de lo deseable… en fin, una pesadilla. Sin duda, irme fue la mejor decisión que he tomado en mucho tiempo.

Ahora soy autónoma o pretendo serlo; priorizo el estar en casa con mi hija y trabajo en mi proyecto a horas raras: antes del desayuno, después de la cena, cuando la niña duerme siestas… No he decidido aún cómo haré cuando tenga que salir a vender mi idea, no quiero que vaya a guardería… Y que no esté trabajando por cuenta ajena no me hace menos economista ni menos trabajadora.

Pero hablemos del estrés

Dice la RAE que el estrés es Tensión provocada por situaciones agobiantes que originan reacciones psicosomáticas o trastornos psicológicos a veces graves. Para mí el estrés es esa sensación de agobio que empeora mucho con cualquier imprevisto, por tonto que sea, y que te desborda de tal manera que me veo incapaz de reordenar las tareas, elegir lo prioritario y buscar soluciones. Hace mucho tiempo que aprendí a manejar ese estrés, que es malo para la salud. Pero hay otro estrés más moderado, a veces necesario para avanzar, que es del que hablo aquí.

Cuando tenía mi trabajo, tenía estrés por no llegar tarde a la oficina, porque no se me presentaran situaciones que me hicieran perder tiempo de trabajo (que si te pones mala, que si se ponen malos los niños, se te rompe la lavadora y el técnico solo puede ir por la mañana…), por estar a la altura (mi listón era altísimo, ya que por ser razones muy concretas tenía que trabajar el doble para que se me considerara la mitad), por no defraudar a mi jefe… Pero ese estrés se limitaba al horario de trabajo, una vez arrancaba mi coche para recoger a mi hija en el colegio, ese estrés desaparecía y comenzaba otro. Alguna vez me traía trabajo a casa, alguna vez me quedaba con la matraquilla de algún tema pero lo tenía dominado, porque amaba mi trabajo, porque sabía el resultado si daba lo mejor de mí, porque en un trabajo bien hecho, las cosas son sota, caballo y rey…

Pero, en casa ¿no es mejor? Pues no, para mí no. Por un lado tenemos el desvelo económico y, por otro lado, tenemos el desvelo de si podremos engancharnos de nuevo a una actividad profesional en un país donde triunfa el mediocre, donde apartarte un tiempo por la maternidad está mal visto, donde ser mujer mayor de 40 años te convierte en un dinosaurio pesado y torpe a ojos del probable contratante y donde como se oye siempre en la calle la cosa está muy mal. Da igual que confíes plenamente en tus capacidades, yo confío en las mías plenamente pero aún así, me desvelo…

A lo anterior hay que añadir el desvelo personal: ser madre es un trabajo exigente y extenuante que me da la sensación que sólo valoran los beneficiados de ello, los hijos. A veces dando lo mejor de ti, no sabrás el resultado. El bebé llora y no sabes por qué después de probar todo: pañal, pecho, paseo, juego, risa, sueño… Al mismo tiempo te presionas a ti misma por tener la comida hecha, y no cualquier cosa, comida de verdad y sana. Te ocupas de los hermanos mayores si los hay, de sus clases, deberes y aficiones pero también de sus médicos y compras pendientes. Llevas la carga mental y física de tener la casa y la ropa «como Dios manda» y muchos días te preguntas si no le estarás dando demasiada caña al bebé metiéndolo en el coche cada dos por tres para ir al colegio a recoger a la hermana, o salir por la tarde al dentista o a lo que se tercie. Porque dejarla con el padre no siempre es posible y no siempre es la mejor opción: a veces un recado se convierte en el único paseo fuera de casa para el bebé.

Si a todo lo anterior le añadimos gestionar un sitio web como este, que requiere tiempo de redacción, elegir el momento de hacer una receta, fotografiarla bien, editar la fotografía, documentarse bien e intentar crear contenidos útiles, entonces, la falta crónica de tiempo es inevitable. Puede llegar el estrés, del malo incluso. Sin embargo habrá quien crea que como estás en tu casa, estás a la bartola y ya no tienes estrés, ni del bueno ni del malo. Vamos, que pasas a ser una seta 😦 Pues nada más lejos de la realidad… Invito a las personas que piensan así que intenten llevar mi ritmo durante 24 horas… a ver si luego piensan lo mismo.

Si tuviera que elegir entre un estrés y otro, lo tengo claro. Elegiría tener sólo estrés profesional. Y espero explicarme bien: hace años no sabía que el tiempo pasaba tan rápido. A veces me pregunto donde están los 11 años de mi hija mayor. A veces me gustaría congelar el tiempo y que la fase de bebé durara un poco más, por dura que sea, porque sé que pasa demasiado rápido y que luego se añora. Pero esto no pasa, y en un tiempo la pequeña ya no lo será tanto, y estará en el colegio y yo volveré a tener tiempo para seguir desarrollándome profesionalmente y me gustaría que en ese momento se dieran las condiciones para estar «disfrutando» de ese estrés profesional del bueno, haciendo lo que me gusta, por cuenta ajena o no, y ya sin el desvelo económico… Me gustaría tener esa seguridad, la seguridad de que cuando llegue el momento, el trabajo (y su estrés del bueno) estará ahí, esperándome.

Normalmente yo alabo a las madres, a las que trabajan fuera de casa la jornada completa, a las que se reducen la jornada (y el salario), a las que dejan de trabajar o emprenden después de la maternidad, a las que dejan a los niños en guardería, con la abuela o con alguien de confianza. Las alabo a todas porque ser madre ¡es un gran trabajo! Eso sí, sólo pido que respeten opciones diferentes a las suyas.

Muchas gracias por leer hasta aquí. Dedicado a todas las madres, a todas de corazón 🙂

 

 

6 comentarios sobre “El trabajo de la maternidad (y el estrés)

  1. Numerosos estudios señalan que el estrés de una mamá que trabaja exclusivamente en casa es mayor a cualquier otro trabajo. Una mamá, sobre todl con niños pequeños, está alerta las 24 horas incluso cuando «duerme». También me han dicho, «quién como tú que no trabajas» y cosas parecidad… Grrrr…. Te entiendo totalmente! Besos, que lo estas haciendo super!

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    1. Antes de que naciera la pequeña, cuando llegaba los lunes a la oficina y me preguntaban ¿qué tal el fin de semana?, muchas veces pensaba, menos mal que es el lunes que por lo menos aqui me siento un rato… Un hogar con niños, sobre todo si quieres darles una educación consciente, atenta y completa, exige un «no parar» que es agotador al mismo tiempo que te compensa. Un beso 🙂

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  2. Comparto totalmente lo que has expuesto. También prefiero el estrés laboral, y eso que en mi trabajo he pasado etapas muy complicadas, porque el de la maternidad es permanente y agotador. Sin embargo, ahora que se aproxima mi reincorporación (porque no me queda más remedio) daría cualquier cosa por no tener que separarme esas horas de mi hijo. Eso sí, seguramente cuando vuelva a la oficina tendré «derecho a quejarme» si estoy cansada, algo que no he tenido estos meses :/

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    1. ¡Hola! La vuelta al trabajo es dura al principio, hasta que vas viendo que todo va encajando y te quedes con mejor sabor de boca. Espero de corazón que lo lleven bien tu nene y tú. Estos meses en que no te has despegado de él será algo que nadie, ni siquiera el tiempo, os podrá quitar y lo llevaréis siempre en lo más profundo del corazón. Y al menos ¡podrás sentarte un rato! 🙂 🙂 🙂 Mucho ánimo, muchas gracias y muchos besos 🙂

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