¡Hola! No tenía pensado publicar hoy. No me gusta publicar saliéndome de mis contenidos habituales y tampoco me gusta que parezca que mis contenidos no tienen trabajo detrás. Estoy en una suerte de mala racha a lo que hay que añadir el trabajo diario y de pronto me veo desbordada por las circunstancias, pero no pasa nada, como siempre, pasará 🙂
El otro día se me pasó la frase del titular por la cabeza porque menudo caos ha causado el cambio de hora este año en mi día a día. Me encanta esta época del año y me encanta que se note que es invierno: se hace pronto de noche, fresquito… (y este año más todavía después de este largo y agobiante verano que acaba de terminar).
Este cambio de hora de otoño siempre me ha gustado por eso y porque ese día duermes una hora más ¡y qué bien sienta! Cuando he escrito sobre el sueño de mis hijas, tan diferentes en eso una de la otra, ya habrás leído que la mayor dormía (y duerme) como una manta en cualquier momento, lugar y situación. Pero la pequeña no; desde agosto se despierta cada dos horas cada noche. Pero casi siempre nos daba una tregua después del último despertar (sobre las 5-6 de la mañana) hasta las 8.30-9.00 de la mañana, momento que aprovechaba para desayunar con mi marido y mi hija mayor antes de que se fueran al colegio, cambiarme y arrancar con el ordenador.
Desde el pasado domingo que cambiaron la hora y que yo esperaba con tanta ansia, mis noches son más cortas 😦 Se duerme a la misma hora de siempre porque con las rutinas habituales no consigo bañarla más temprano (sobre las 21.00 ya está durmiendo), se sigue despertando cada dos horas peroooooo desde las 6.30-7.00 de la mañana, de lunes a domingo, con la claridad que entra por la ventana, se despierta, no se vuelve a dormir y quiere jugar. Lo cierto es que luego duerme por la mañana dos o tres horas como para compensar, y no siempre me viene bien: si tengo que salir, no puedo, porque tendría que despertarla… así que esperando a que ella misma se despierte, a veces me da la hora de comer y ya no salgo 😮
Para colmo de males, ya tiene 4 dientes fuera y le están saliendo otros dos. Unos pediatras dicen que no duele la salida de los dientes; otros dicen que sí. Yo no lo sé. A la mayor le dolieron algunos y se pasaba varios días llorando sin motivo hasta que un día se le veían los dientes y dejaba de llorar. A la pequeña se le nota por las noches, llora distinto y se despierta más frecuentemente, sí, más, ya no son dos horas, es hora y media ¡socorro!
Se supone que el cambio de hora trae beneficios en cuanto a ahorro a energía. Yo creo que en la actualidad no tiene sentido debido a que nuestros hábitos son otros y a que el precio de la energía es muy elevado de cualquier manera. Al final, lo que ahorras por la mañana lo gastas desde las 6 de la tarde. A muchos adultos les cuesta adaptarse al cambio de hora; a mí misma me sienta falta el cambio de hora de marzo, cuando adelantamos el reloj. Si este cambio de hora (que es favorable porque el día tiene 25 horas) le ha afectado a mi bebé tan negativamente, no quiero imaginar cómo será cuando en marzo tengamos un día de 23 horas ¡socorro!
Me repito: el que inventó el cambio de hora, no tenía niños pequeños.
¿Te ha afectado a ti o tus niños el cambio de hora? ¿Crees que les duele la salida de los dientes? Cuéntame por favor 😮
Gracias por leer hasta aquí, espero volver pronto con mis contenidos de siempre 🙂
Ánimo, esta etapa es dificililla, los niños son los primeros en notar el cambio. Si puedes, intenta tener la habitación a oscuras para para que no se dé cuenta de que ha amanecido.
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Gracias 🙂 Esta casa es muy luminosa, no hay manera de oscurecer los cuartos salvo que ponga enrrollables de esos muy opacos. A mí la claridad no me molesta para dormir, así que no sé… le echo paciencia, no me queda otra 😉
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