¡Hola! Si me sigues desde hace tiempo sabrás que tengo dos hijas. La mayor tiene 12 años recién cumplidos, fruto de un primer matrimonio que fracasó. Me quedé embarazada de ella a la primera de cambio, tenía 31 años y hasta la fecha no había pensado demasiado en ser madre.
Cuando ella estaba cerca de cumplir 5 años, me separé. A finales de 2013 conocí al gran amor de mi vida. Tenía yo por entonces 40 años recién cumplidos. Nos casamos un año después y a principios de 2015 comenzamos a buscar un bebé. Yo estaba convencida de que no me costaría nada quedarme embarazada, porque me cuido mucho, hago ejercicio, mis reglas eran regulares (entendiendo por regularidad tener reglas de duración similar día arriba-día abajo, con ciclos donde la ovulación era identificable y otros, por el contrario, asintomática) y como mi primer embarazo había sido tan fácil de conseguir, yo con mi chulería convencida de que en menos de 6 meses estaría embarazada. ¡Ja!
Acudí a varios profesionales, a mi ginecólogo de toda la vida, las opiniones de unos y otros a veces coincidían, a veces no… y tras superar unos graves problemas de salud entre los meses de enero a marzo de 2016, en abril de ese año iniciamos un tratamiento de Fecundación in vitro (FIV).
Como yo era mayor de 40 años, la Seguridad Social no cubría el tratamiento por lo que tuve que acudir a una clínica privada. Me hice muchas pruebas, alguna muy molesta como la famosa histerosalpingografía y recuerdo el proceso en sí mismo como una mezcla de ilusión pero también como un reto a mi estabilidad emocional y física. Cada plazo que había que cumplir, cada espera que había que hacer… sinceramente era para volverse loco.
En mayo de 2016 se me realiza la extracción de ovocitos, después de haber presentado una baja respuesta a los pinchazos hormonales que yo misma me ponía. Me comunican que han extraído seis ovocitos, que maduros estaban solamente tres y que había fecundado únicamente uno. Primer disgusto, me estoy jugando todo a un embrión y las probilidades de mantener un embarazo en la primera implantación de un único embrión son muy bajitas. Pero haciendo un gran esfuerzo, se consigue mantener la esperanza.

Creo que 3 ó 4 días después de la extracción, se me realiza la implantación de la mórula, ese grupito de células que acabas de ver. Es una sensación muy extraña, de gran felicidad pero también de tremenda vulnerabilidad, esa sensación de salir de la clínica sabiendo que «estás embarazada». Hay que esperar 14 días para realizar la prueba beta y confirmar (o no) el embarazo, la famosa «betaespera».
Pero a los 4 días noto algo raro, un cambio drástico de humor, como los que podemos tener con el vaivén hormonal del ciclo menstrual y ahí supe que todo había acabado. Pero como el protocolo hay que cumplirlo, me recomendaban reposo (manchaba porque me estaba viniendo la regla) y pincharme más y más progesterona. O sea, luchar contra mi propio cuerpo 😦
Imagina por un momento cómo me encontraba: sabía que había perdido el embarazo, sabía que no había más oportunidades, mi cuerpo quería soltar el bombardeo hormonal y yo cumpliendo el protocolo le administraba más y más hormonas y todo ello en silencio por no quitarle la ilusión a la otra parte de la historia, a mi marido. De hecho un día le insinué que creía que la cosa no iba bien y me dijo muy enfadado que le permitiera conservar la ilusión de que iba a ser padre hasta el día de la prueba beta 😦 Cuento esto para que se note que echar la carne en el asador nunca es fácil para ninguno, aunque nosotras nos llevemos la peor parte.
Llegó la prueba beta con el resultado negativo, nos dijeron que claro las probabilidades eran las que eran pero que aún así no había motivos para no intentarlo de nuevo, ya fuera con mis propios óvulos como una donación. Yo a la dichosa prueba ya había ido llorada de casa, como suele decirse, y estuve muy contenida. Pero caí en una depresión de unas 5 semanas de duración.
Cinco semanas en las que no paraba de llorar. Cinco semanas en las que deseaba que él no se hubiera enamorado de mí sino de otra más joven para poder ser padre. Cinco semanas en las que pensaba que ya nunca sería madre de nuevo y con el miedo en el cuerpo de que eso pasara factura a nuestra relación.
Pero esto no es lo peor. Lo peor es que yo sentía que estaba de duelo. Yo sentía que había sido madre por segunda vez, que lo que la mayoría llamaba grupito de células para mí era él o ella… Sí, porque aunque no tuviera latido, todos en algún momento hemos sido ese grupito de células sin latido… todos existimos desde el momento en que se produce la fecundación y lo digo sin ningún tono religioso, sino biológico.
Pero todavía hay algo peor a una madre que hace duelo, y es hacerlo rodeada de incompresión, de falta de empatía, de cariño… Cuando pienso en la cantidad de familiares que sabiendo que habíamos fracasado, nunca me dijeron «lo siento»…
Y como colofón el autocastigo: me recriminaba a mí misma estar así porque yo ya tenía a mi hija mayor; me venían a la cabeza amigas que se han arruinado económica y emocionalmente intentando ser madres sin éxito, y yo con depresión porque no conseguía ser madre por segunda vez… Fue muy duro rendirse, dejar atrás, pasar página, aceptar, recuperar la paciencia y la claridad mental…, tan duro que necesité cinco semanas…
Sé que a veces por no recordarle a una persona lo que le hace sufrir, no le preguntamos… yo misma lo he hecho. Pero después de vivirlo en primera persona he aprendido que se hace más daño silenciando que preguntando «¿cómo estás?».
Y entre los que te dicen palabras de consuelo, comprensión y empatía (los menos) y los que silencian, están los que intentan ayudar pero no lo consiguen: «»no te preocupes, cuando te relajes llegará, al menos ya tienes a la mayor, por qué estás así si sólo era un amasijo de células»… ¿Sólo un amasijo de células? No. Era mi esperanza, mi amor y por si fuera poco, mis células y las de su padre…
Al final de esas 5 semanas de necesario duelo, empecé a encontrarme mejor, a ver la situación con perspectiva, a recordar lo vivido con cariño y no con angustia, a aceptar, a rendirme y a tomar decisiones. Era mediados de mayo y decidimos disfrutar del verano que se acercaba en pareja y en familia con mi hija mayor, y en septiembre considerar acudir a otra clínica.
Pero no hizo falta, mi última regla fue el 14 de junio de 2016, el 16 de julio me hice un test casero de embarazo que dio positivo y el 28 de febrero de 2017 con 21 días de adelanto nació nuestra hija que pasado mañana cumplirá su primer añito de vida. Increíble ¿verdad?
Vivimos en una sociedad que quiere silenciar lo que no es bonito. Que no pregunta ¿cómo estás? cuando la respuesta puede ser pues no muy bien. Cuantas mujeres conozco que después de una FIV sin éxito, van a trabajar como si nada hubiera pasado, negando su duelo. Cuantas mujeres conozco que no quieren llorar la pérdida… Y creo que es el peso de esta sociedad sin alma y con mucho postureo la que nos ha llevado a actuar así en algún momento.
No hay nada como vivir las cosas en primera persona para cambiar el punto de vista. Pero no está de más entrenar la empatía para cambiar el punto de vista. Es mi propósito seguir entrenando la empatía aunque ello me haga más vulnerable.
Si conoces a alguien pasando por una situación dolorosa, un duelo, una enfermedad o lo que sea, dale voz, no silencio. Es reconfortante para quien da pero también para quien recibe. Yo eché de menos hablarlo en su momento porque sentí mucha soledad e incompresión.
Muchas gracias por leer hasta aquí 🙂
Son tantas cosas las que guardamos y dejamos en nuestro interior sin darles voz… Siento que pasaras por ello, siento que te sintieras culpable pero lo entiendo bien. Hablar de ello es vital y compartir estas experiencias necesario para normalizar una realidad más frecuente de lo que pensamos. Un abrazo.
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¡Hola! Gracias 🙂 Con la edad intento dar voz a todo. Pero últimamente llevo más allá la empatía con los que sufren y esto a veces me hace sentir culpable de lo que tengo (básicamente salud) Besitos 🙂
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Una situación dura y difícil y en la que el apoyo de las personas más cercanas siempre se valora y ayuda. Cierto es que tenemos mucho que trabajar en cuanto a empatía, no solemos ponernos en lugar del otro antes de juzgar u opinar. Una pena.
Me alegra que al final tengas a tu peque a punto de cumplir el primer añito.
Muchos besos Maru 😉
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Gracias 🙂 A veces olvidamos que la persona con la que hablamos llega con una mochila pesada pero invisible y nosotros se la cargamos más aún.
Todo es un proceso y en la intención está la buena voluntad, poco a poco, sin prisa pero sin pausa 🙂
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Te entiendo perfectamente ….pase por lo mismo, aunque antes de los 40 (todavía pudimos hacerlo por la seguridad social…con 38 años y para cumplir los 39). Y fue tal cual, solo fecundo uno, me quede embarazada pero no llegue a la primera eco. Llore mucho, y tuve la «suerte» de que me hicieran un segundo ciclo (solo porque había conseguido el embarazo del primer intento…la propia ginecóloga ya me había advertido q no iban a intentarlo más, pero…lo hicieron), si te soy sincera no lo hice ni animada ni contenta….había perdido a mi «bebé» aunque eran solo células… Mi pareja ha sido mi gran apoyo, ambos lo pasamos mal, y para la segunda el intentaba q yo fuera positiva. Lamentablemente no respondí nada bien. Reserva ovárica bajita, y cero ovocitos fecundables. Me vine abajo y ya….lo peor? Q en el trabajo no dije nada, así q al día siguiente de mi perdida (la del primer ciclo) fui a trabajar rota por dentro. Y en la segunda, tras saber que no podría ser madre pues rota otra vez… Si, las opciones, directamente (si queríamos) por donante de óvulos. Pero la verdad es que yo, aunque lo contemplamos en un momento, luego me dije que no podía….ya lo había intentado (como dices, con toda esa carga emocional y física que conlleva…pero sin duda, mas el coste emocional) y aun me dolía mucho la perdida. Y sabiendo que estos tratamientos a parte de costosos son lo que son, no siempre resultan ….en fin, el coste emocional me pudo mas. A día de hoy, no ha llegado el milagro, pero también he ido aceptando que al final hemos elegido ser una familia de dos. Que aunque me hubiera gustado ser madre, …ser padres, hemos elegido cuidarnos mutuamente. Solo cuando me acuerdo de aquello, a pesar de haber pasado el duelo…se me saltan las lágrimas. Y dejo que salgan…mejor no evitarlas jeje. Sí, se agradece el apoyo de la gente que queremos y nos quiere. Que pregunten, aunque con prudencia…me refiero a que sin atosigar …yo por lo menos lo agradecí, que con cariño me preguntaran que tal estaba.
Gracias por compartir tu experiencia, y dar voz a esto…de la maternidad, al deseo de ser madre, a la frustración cuando no llega, a pasar por tratamientos y que no salgan adelante (y lo mal que se pasa), a la alegría cuando por fin llega.
Un besazo!
P.D. y nada de culpabilidad, creo que todo pasa por algo, y tu nenita tenía que venir y ser cuidada y amada por una madraza como tu y tu marido y tu hija mayor….y eso es muy bonito 🙂
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Querida Gretna, tus palabras me llegan al corazón. No te quiero imaginar yendo a trabajar así, pero lo entiendo, yo también hacía esas burradas en el pasado… Igual que pienso que yo soy madre de tres hijos, nacidos dos, tú también eres madre aunque no haya podido ser. Y lo lamento muchísimo. Pero me alegro de tu decisión meditada de vivir la vida cuidándose mutuamente tu pareja y tú. No hay nada como estar en paz con las decisiones. Es como el chiste «¿qué tomas para ser feliz? Decisiones, tomo decisiones». Yo creo que me tomó tanto tiempo recuperarme porque también hice duelo genético, en mi interior y sin decirle nada a él, y por él, había decidido que en esa futura visita a otra clínica me iría directamente a una donación de óvulos. No hizo falta pero hice el duelo genético también, muy duro por cierto. La culpa es una compañera mía, supongo que por la educación recibida del «no merecimiento» (el tema de mi madre es otro tema aparte jejeje) y llevo la empatía más allá de lo aceptable, sintiéndome culpable por casi todo. Bueno, cada vez menos, aquí una servidora no deja de visitar al psicólogo y no me avergüenza decirlo, para trabajar esos aspectos heredados, aprendidos o propios que considero que no me permiten avanzar. Con la edad estoy dejando de lado silenciar por ser políticamente correcta y pongo el foco en lo importante, que para mí no es otra cosa que acordarme en cada momento que estamos aquí de paso y que la vida se vive con más intensidad cuando te das cuenta de que sólo tienes esta vida que a veces malgastamos en tonterías. Te abrazo querida mía. Te abrazo fuerte y muchas gracias por contarme esta parte tan íntima y sensible de tu vida. No lo olvidaré, con cariño.
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