¡Hola! Qué ganas tenía de pasar por aquí y expresar mis buenos deseos para 2020 para todos. Pero no te voy a engañar, llevo una racha complicada y he tenido que dar prioridad a otras cosas antes que a escribir.
preparándonos para una nueva década
¡Ya estamos en 2020! A mí sinceramente me suena a «futuro» ¿y a ti? Me gusta mucho la analogía con los felices años 20 del siglo anterior que se está haciendo, sobre todo en redes sociales. Vivimos unos tiempos convulsos, de gran incertidumbre y preocupación por el futuro de nuestro planeta y nuestra propia supervivencia. Esa es una de las razones por las que, creo, queremos que este 2020 se parezca a los locos años 20, para blanquear de alguna manera las dificultades globales que estamos viviendo y que no parece a corto plazo que vayan a mejorar.
Nuestra sociedad necesita un cambio y lo necesita ya: en nuestra relación con el consumo, con el Medio Ambiente, con las personas, sobre todo con aquellas que son diferentes a nosotros… Si ponemos toda nuestra atención en que a finales de 2020 comienza una nueva década, podemos aprovechar este año para sembrar la semilla de los cambios que nuestras sociedades necesitan y reclaman.
bombardeo de propósitos
En las últimas semanas de diciembre y enero seguro que habrás visto publicados numerosos artículos y posts sobre propósitos para el año nuevo, ejercicios para despedir el año que se ve desde un punto de vista del crecimiento personal, cómo organizar mejor nuestro tiempo… Pero…, ¿esto le vale a todo el mundo? Yo creo que no y me explico a continuación…
Es cierto que el tema de los autocuidados y el crecimiento personal está “de moda”. Cada vez más personas se interesan por su crecimiento personal y por llevar la mirada un poco hacia adentro. El trabajo personal requiere tiempo, ganas y también recursos, desde acudir al psicólogo hasta tener un cuaderno-diario personal.
sin reglas fijas
Pero también es cierto que cada uno vive su crecimiento personal, sus autocuidados y su espiritualidad como quiere. Tengo una amiga a la que planificar no le funciona. Su organización es improvisada, aunque no del todo. No necesita hacer propósitos nuevos cada año, ni llevar un diario de crecimiento personal, ni hacer ninguna tarea especial al final del año para “medirse”. A ella lo que le funciona es vivir bajo el lema “si funciona, lo mantenemos; si no funciona, lo eliminamos” y lo aplica a todos los ámbitos de su vida. Lleva una agenda sencilla, anota en listas lo que no quiere olvidar y a partir de ahí improvisa sus días, semanas, meses y años. No le supone una carga mental extra llevar las cosas sólo en su cabeza hasta que las organiza, con lo cual, para ella todo el bombardeo de información sobre “cómo organizarse mejor, valora el año que se va, fíjate nuevos objetivos para el año que llega…” se le hace insoportable. Me he puesto en su lugar y he sido capaz de ver desde otra perspectiva un asunto que a veces se trata como dogma de fe. Y no, el crecimiento personal, los autocuidados y nuestro propósito en la vida va mucho más allá de cómo lo queramos hacer y cuánto lo queramos exhibir.
Sin embargo, yo necesito organización, necesito despejar mi cabeza de las cosas que tengo pendiente de hacer y revisar mis propósitos cada vez que despido un año para darle la bienvenida a otro nuevo.
Pero gracias a mi amiga y a su anárquico punto de vista, este año he simplificado y reducido mucho “las tareas” de crecimiento personal con la llegada del nuevo año.
Los últimos años me gustaba mucho hacer un trabajo que se llama “yo presente, yo futura”. En un cuaderno a doble página me dibujaba a mí misma en el centro de cada página. La “yo presente” es la yo del año que se va y la “yo futura” es la yo del año que viene. En la “yo presente” iba escribiendo todos los hitos y aspectos de mi vida, tal y como los había vivido en el año que se iba: familia, ocio, amigos, salud, profesión, tiempo libre, carácter, valores, sueños, pesadillas… En la “yo futura” repetía todos esos puntos, pero tal y como los querría vivir en el año que llegaba. Algunos puntos podían ser iguales o no. Por ejemplo, si había hecho poco ejercicio en el año que despedía, podía cambiar eso para el año nuevo.
Al finalizar este año revisé todos mis “yo presente, yo futura” y me di cuenta de lo siguiente: la mayor parte de los aspectos que cambiaba eran insignificantes, mis sueños no han cambiado, mis metas profesionales tampoco y solo hay un aspecto de mi vida personal que no consigo cambiar: la impaciencia.
Si me has leído en otras ocasiones, sabrás que llevo un cuaderno de afirmaciones positivas y otro de agradecimientos y todo lo bueno que hacer esto me ha traído. Por lo tanto, tocaba simplificar: mi propósito para 2020 es sencillo: llevar una vida plena. ¿Qué tengo que hacer para conseguirlo? Pues ni más ni menos que, por lo menos en este momento en que te escribo, hacer lo que vengo haciendo desde hace tiempo: alinear lo que pienso, lo que digo y lo que hago y llevar una buena organización de agenda, tareas por hacer (en progreso o completadas) distinguiendo entre vida personal y vida profesional.
Los objetivos profesionales son a los que más minuciosidad les dedico: elaboro un Business Plan anual, dividido en meses y semanas, el cual voy revisando con frecuencia para darlo por bueno o echarlo abajo y volver a empezar. La clave es la flexibilidad.
DIGAMOS «NO» A LA MULTITAREA
En el plano personal, aspiro a una vida cada vez más sencilla y minimalista, quiero simplificar mi vida sin perder de vista que deseo una vida auténtica, y que a mí no me va improvisar. Deseo seguir siendo organizada y deseo mantener mis hábitos de autocuidado personal, pero al mismo tiempo quiero ser consecuente y cumplir mi propósito: llevar una vida plena que ahora mismo se traduce en simplificar y tener más paciencia. Se acabaron los largos ejercicios para despedir el año y recibir el nuevo. No hay tarea ni prioridad que no pueda encajarse en el día a día para mantener mi organización con la plenitud en el horizonte… Y para ello es necesario acabar con la multitarea, el mal silencioso actual y que pone a prueba la fuerza de nuestra mente, hasta que termina por debilitarla.
Soy una persona curiosa e inquieta con gusto y pasión por muchos temas; esto me sucede a mí misma. Cuando un tema me interesa no me quedo en la superficie, profundizo en él, leo mucho, asisto a cursos, hablo con expertos en la materia… Lamentablemente se confunde esto con la multitarea, que no es otra cosa que hacer muchas cosas al mismo tiempo sin prestar atención plena a ninguna de las cosas que se está haciendo: estar con el móvil mientras se intenta mantener una conversación, contestar a un email mientras se piensa en la siguiente tarea a ejecutar… La multitarea nos agota, produce estrés y es una pérdida de tiempo. Probablemente será necesario revisar más de una vez lo que se ha hecho en esas condiciones, llevando más tiempo que si lo hubiéramos hecho desde el principio con atención plena.
En resumen, el cambio que deseamos para nuestra sociedad debe empezar por nosotros mismos. Si nos quejamos de falta de tiempo, lo mejor será revisar cómo nos organizamos. Si nuestro problema es el cansancio o el tiempo que dedicamos a corregir lo que hacemos, tendremos que ver si abusamos de la multitarea y suprimirla. Si creemos que todo va demasiado deprisa, deberemos prestar atención a nuestra paciencia… Despedir el año que se va y darle la bienvenida al año que llega no debe ser una tortuosa tarea de cuadernos, dibujos, objetivos, propósitos, deseos… si esto no te gusta. Basta con tener claro cómo quieres ser y cómo quieres verte a finales de ese año y a partir de ahí, diseñar tus días, semanas y meses como mejor te venga. A algunas personas les bastará con su memoria, un par de listas y una agenda sencilla, como a mi amiga. A otras personas necesitarán más recursos organizativos, como a mí. Pero lo importante es ser flexible y encontrarse cómodo con lo que se ha decidido hacer. Y como si de una empresa se tratara, podemos hacer un feedback en cualquier momento para cambiar lo que estamos haciendo o mantenerlo.
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La entrada “Un año por estrenar” se publica por primera vez en http://www.diariodeunamadreeconomista.com el día 3 de febrero de 2020.